Luego de la desaparición de las instituciones religiosas que dedicaban parte de su trabajo a la atención de los desamparados y los desvalidos, la villa espirituana tardó en contar con alguna instalación dedicada a estos menesteres. Para el advenimiento de la República en 1902 no existía en Sancti Spiritus ninguna institución de este tipo.
En abril de 1916 llegaron a Sancti Spíritus dos Hermanas de la Caridad cuyo objetivo era tratar de instalar un asilo que acogiera a los ancianos desamparados. Al llamado de estas Hermanas respondió la Sra. Concepción "Concha" lznaga García, de la poderosa familia Iznaga, a través de cuya intercesión las Hermanas pudieron alquilar la Quinta de Santa Elena, en ese momento propiedad de Rufino Hontañón Cacicedo, el 28 de junio de 1916. El alquiler era por dos años prorrogables.
Quinta de Santa Elena
Quinta de Santa Elena
Antigua capilla del Asilo
Pero las aspiraciones de Doña Concha eran dotar al asilo de un local propio y adecuado, y en junio de 1916 comenzó los trámites para ello. Florencio Méndez, promueve ante el Ayuntamiento una moción para la venta de un lote de terreno el extremo norte de la ciudad para la construcción del asilo, el gobierno municipal accedió y se levantaron los planos correspondientes.
Por el plano efectuado se sabe que el terreno medía 3,950 metros cuadrados y que sus linderos eran al norte la Calle Independencia, por la derecha Ancha del Norte, por la izquierda Garaita y por el fondo los solares del municipio. El 25 de septiembre de 1916 se efectúa la venta del terreno.
Para la fabricación del edificio acudió Doña Concha al pueblo de Sancti Spiritus que respondió con generosidad. Entre las personalidades que apoyaron esta noble aspiración se destacaron su propio hijo José Antonio de los Reyes Iznaga; el Barón del azúcar Manuel Rionda (propietario de la vivienda ubicada en Agramonte No. 8), María Natividad Iznaga y del Valle (gran benefactora de la villa, quien residiera en la vivienda que luego se convirtiera en el Colegio de La Salle), el Dr. José García Cañizares (Sevillano de origen, fundador de la Farmacia Santa Isabel en la Plazoleta Diego Dorado) y el Padre Pablo Tomás Noya y Mínguez, entre otros.
Sin terminar el edificio las Hermanas y los ancianos se instalaron el 5 de enero de 1920. No conocemos con exactitud el estado de la construcción en ese año y la cantidad de asilados. Pero si conocemos que en 1923 se organiza una fiesta benéfica para inaugurar un nuevo pabellón y recaudar fondos para su habitación. El acto contó con la presencia de Doña Concha y del Dr. García. Ese año el periódico El Fénix señala que sólo faltaba cercar el edificio con verjas adecuadas y que esto sería posible gracias a la generosa donación del Sr. Rogelio Marín Mir. Para 1926 el Asilo San José contaba con 3 pabellones que tomaron los nombres de los benefactores. Los dos de mujeres se denominaron Sra. Rionda y Sra. Natividad Iznaga y el de hombres José Antonio de los Reyes. Disponía además de una enfermería, una capilla, se construía una bóveda en el cementerio y se pretendía construir un depósito para velar a los ancianitos. Más de 50 ancianos eran atendidos por 11 hermanas bajo la supervisión de la Madre Superiora Sor Dolores de San José Castillo.
Durante casi un siglo, el Asilo se dedicó exclusivamente al cuidado de ancianos desamparados, con una persistencia que ha superado los enormes cambios políticos, sociales y económicos que se han sucedido en su entorno.
En el año 2014 se inició un trabajo de restauración capital tanto al edificio como a sus instalaciones que corrió a cargo de la Dirección Municipal de Salud del territorio espirituano. Una vez terminado, el asilo tendrá capacidad para acoger 150 personas, y brindar servicios adicionales a los tradicionales, en un intento por paliar el acelerado envejecimiento de la población de la villa
Exterior del asilo
Fuente:
Periódico Escambray
Cafe Fuerte
Fotos de archivo
Fotos de Arturo Delgado Pruna
Archivo privado de descendientes de Concha Iznaga.
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